Aunque el año pasado ganó nada menos que el Ají de Plata, la máxima distinción que otorga la Feria Mistura, doña Grimanesa Vargas Araujo no pierde la sencillez ni el entusiasmo. Como si no hubieran transcurrido 36 años desde que vendió el primer palito de anticucho.
Enfundada en un traje de impecable blancura, nos relata que la cocina le ha permitido sacar adelante a sus cinco hijos, sentirse realizada y sobre todo feliz. Su sonrisa nos lo confirma.
Trabajadora desde los 7 años, doña Grimanesa se quedó huérfana muy pequeñita. Pero la buena providencia puso en su camino una familia que la acogió y en la que trabajó hasta los 18 años, cuando decidió independizarse y buscar un futuro.
“Siempre he tenido el anhelo de progresar, de tener algo propio. No quedarme en la casa. Empecé haciendo chanfainita en Miraflores y aunque lo hice por cinco años tuve que cambiar, porque la gente me pedía pancita, rachi, pero no tenía medios para hacer eso”, rememora.
Después de algunas piedras en el camino, se dieron los cambios: se fue el esposo y llegaron los anticuchos.
“Empecé con el choncholí y después de mucho esfuerzo para hacer un capital, logré comprar corazón”, afirma y subraya que su impulso siempre fueron sus hijos, Doña Grimanesa destaca que en Mistura todo está bien, que no hay diferencias. “Nos saludamos, nos abrazamos. Somos muy unidos. Antes los chefs no nos miraban, Nadie se preocupaba por los carretilleros y los restaurantes pequeños, pero ahora es diferente y eso se lo debemos a Gastón”, destaca.
Antes de correr a su fortín, donde buscará batir su propio récord del año pasado: 11 mil palitos vendidos, aconseja a los chicos que apuestan por la cocina seguir esforzándose, no dejarse vencer fácilmente ante las adversidades y sobre todo confiar en lo van a hacer.
“Yo nunca pensé, ni en mis sueños, que alguien pueda venirme alguna vez a entrevistar, y mire ahora”, reflexiona, en medio de la gran vorágine que se ha convertido la esperada Feria Mistura.
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